Vivimos para observar lo que deseamos y no poder tenerlo, en la mayor parte de las ocasiones nuestros deseos son anhelos imposibles, opciones descartadas, meras metas a las que nunca podremos llegar, otras, en cambio, mucho más duras yo creo, es cuando tenemos al alcance de la mano, todo lo que podríamos querer, sin ninguna esperanza de llegar a poseerlo.
Vivimos en un juego de normas ridículas, encerrados en conceptos y bases sociales que sólo hacen que atarnos e impedirnos disfrutar, improvisar y en definitiva volar.
A tanto llega esta esquema de hipocresía que construimos nuestras vidas sobre mentiras por pequeñas que sean simplemente por complacer a los demás, a la masa enfurecida y rabiosa que atacará sin compasión si una oveja intenta cruzar la valla.
Nos llegamos a sentir culpables de nuestra propia felicidad, y a rechazarla fríamente por seguir en el camino fijado que se supone debería ser correcto, una idea totalmente preconcebida del bien y del mal, una doble moral que traspasamos con impunidad a diario.
No vale de nada quedarse sentado esperando que lleguen tiempos mejores, mintiéndote a ti mismo y convenciéndote de que las acciones futuras borrarán los males pasados.
Si deseas correr corre, si quieres beber bebe, la vida está ya copada de problemas y obstáculos como para enterrar las pequeñas alegrías por una etiqueta formal.
Tú decides lo que crees que es correcto, tu moral y tus ideales deben ser de hierro, nadie puede hacerte cambiar de opinión, nadie debe intentarlo, los consejos de modo imperativo sólo pueden minar tu conciencia.
La vida es larga pero pasa deprisa, elegimos nuestro sino continuamente cuando elegimos a las personas que nos rodean, la familia por desgracia viene de serie y hay que sufrirla, pero los amigos, los amores, son nuestros.
Pero nunca, repito nunca, debemos dejar de ser nosotros mismos para ser otra persona, y nunca podemos dejar que otra persona quiera hacer de nosotros algo suyo, de su propiedad, vacío.
El amor nubla casi más que las convencionalidades condescendientes, pero amar a una persona es respetar y ser respetado, una persona que te ama jamás debería decirte lo que debes hacer, juzgarte y castigarte por no haber cumplido, es increíble como dos personas se llegan a fundir hasta que los trazos de cada uno quedan desdibujados y sólo queda una mancha borrosa de dos seres unidos de forma bizarra.
Me encantaría que en esta sociedad la gente pudiera tener el valor de ser cómo es sin cambiar por nada ni nadie y buscar lo que quiere, sin remordimientos ni falsas obligaciones, pudiendo convivir sin imperar sobre otros ejerciendo sobre ellos una voluntad absoluta y totalitaria.
1 comentario:
Me encanta.
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