Que Wea

domingo, 4 de julio de 2010

Fragmento


Sus cabellos castaños brillaban como el oro con la intensidad del amanecer que invadía la habitación a través de las pobres persianas, viejas y ennegrecidas por el paso del tiempo.
Deseaba que ese momento no tuviera fin, su sonrisa aún dormido, podía hacerme llorar por el mero hecho de disfrutar en este momento junto a Él, no podría decir que todo era un precioso y perfecto cuento de hadas,  porque en un jodido cuento de hadas, seguro que el cuarto de la princesa rosa no apestaba a absenta y un olor ácido y penetrante que espero no sea el vómito que creo que es, pero con todo seguía siendo un momento maravilloso para mi, que no tanto para mi cabeza y ese martilleo insoportable entre resaca y culpa, había vuelto a caer en el irrechazable deseo de pasión, de ser deseada, de perseguir un ideal que por muchas noches juntos, no seguiría en el transcurso del día, que se desvanecería como el sabor de un chicle barato, y que no tendría más repercusión en su voluble mente, que la de recordar lavar unos pantalones desgastados llenos de algo blanquecino,
 una pequeña cosita llamada amor señores.                   
Hice el que posiblemente sería el mayor esfuerzo del día y me levanté, me vestí y intenté lavarme la boca para quitarme ese horrible sabor que hacía que sintiera aún más ganas de vomitar, otra vez supongo, ‘’ tengo que fregar eso ‘’, pensé.
Salí a la terraza por la ventana y me dispuse a sacar un cigarrillo, bien, ¿ de dónde
Para cuando llegué a mi cuarto a por la cajetilla, mi cama vacía me devolvía a la realidad del triste fin de semana del bucle temporal de mi vida
Una nota reinaba en el medio, sobre las sábanas, un puto pos-it que hacía que mi corazón bombease a la velocidad en la que puede joderse tu vida con el simple hecho de abrir la puerta de casa a un desconocido con la promesa de olvidar penas.

‘’  te quiero ‘’./ `` te llamaré ‘’. Sí, claro, y ¿quién no?

1 comentario:

Roberto Bartolomé dijo...

Te ha quedado muy bien el diseño nuevo. Sobre el texto... argh, qué desgracia, tener ahí eso y no limpiarlo...